He estado siguiendo el progreso de la recaudación de donativos para el proyecto Diaspora, del que hablé recientemente, y que trata de crear un reemplazo libre y distribuido para los diferentes álbumes de cromos centralizados como Facebook. El proyecto surge de cuatro amigachos —estudiantes universitarios bastante jóvenes y desconocidos en el mundo del software— que se comprometieron a cambiar sus trabajos veraniegos por la dedicación exclusiva al desarrollo de Diaspora, pero sólo si conseguían 10.000 $ en donativos mediante la web Kickstarter en un mes y medio, comenzando el 24 de abril.
Hablo en pasado porque tardaron tan sólo doce días en conseguir el dinero, y actualmente van rondando los 180.000 $ y subiendo. ¿Qué ha ocurrido para que miles de personas hayan aflojado la pasta tan rápidamente? ¿Por qué continúan haciéndolo cuando ya se ha cubierto la cantidad solicitada? Tengo una sospecha, y es que podríamos estar asistiendo a un peculiar caso de ciberturba.
Aburrimiento
No es ningún misterio que cada vez hay más usuarios de Facebook molestos con él, ya sea por sus políticas de privacidad, por la centralización o la comercialización de la vida privada en Internet, o simplemente por su banalidad. Con el descontento en alza, es probable que todos conozcan algún que otro «quemado de Facebook», pero no muchos aún —al menos fuera de entornos avanzados. A parte, Facebook no es de uso obligatorio, pero tiene tantos usuarios que antes o después vendrá algún conocido a pedirte que te apuntes a él o colgará en el contenido supuestamente dirigido a ti, resultando también molesto a los que no somos usuarios de él. Así, podríamos decir que el grupo de personas descontentas con Facebook forma una red grande, bastante dispersa y con facilidad para incorporar a nuevos miembros.
Los miembros de esta red, como usuarios de o requeridos a usar herramientas para redes sociales, pueden continuar teniendo una necesidad de usarlas y por tanto estarían dispuestos (no necesariamente de forma imperiosa) a cambiar a un nuevo sistema que no sufriera de los defectos de Facebook. Ahora bien, ¿qué sentido tendría lanzarse al nuevo sistema si éste no tuviera un gran número de usuarios? El problema es que el individuo descontento conoce muy pocos como él y no puede saber si hay suficiente gente dispuesta a cambiar.
Veamos ahora la siguiente tabla de donativos para Diaspora desde el inicio de la campaña de recolección, acompañados por algunos acontecimientos y noticias publicadas en diferentes sitios sobre el proyecto:
Observemos la evolución de los donativos en el tiempo:
Parece que los donativos comienzan llegando con mesura y de forma continuada. El proyecto aparece en ciertas páginas especializadas en tecnología y el ritmo se acelera ligeramente, pero ya de ha sobrepasado la cifra solicitada. Entonces, Diaspora comienza a aparecer en los medios generalistas i esto coincide con una subida a ritmo prácticamente exponencial durante los días que rondan a la aparición de la noticia en el New York Times. Durante los días siguientes la prensa especializada en finanzas refleja esta ola de donativos y más adelante el tema pasa a la prensa generalista no anglófona, al tiempo que el ritmo de los donativos vuelve a la situación inicial.
Rebeldía
Esta curva logística, puesta en relación con los acontecimientos citados, es un caramelo para quien haya leído el ensayo Aburrimiento, rebeldía y ciberturbas de Juan Urrutia. En él, Urrutia define el umbral de rebeldía como el nombre de miembros de la red de un individuo que éste debería saber dispuestos a rebelarse para hacerlo él mismo, siendo este umbral inversamente proporcional al nivel de indignación. Urrutia razona cómo el conocimiento común que de la red tienen sus miembros (dado en principio por su estructura) determina cuándo la revuelta es propicia en ella: con umbrales bajos y relaciones densas (porque el conocimiento común es alto) o con umbrales altos y relaciones dispersas (por la facilidad de incorporar a «mutantes» a la red).
Como he comentado al principio, la red de descontentos con Facebook es grande, dispersa —probablemente con grumos de usuarios avanzados de las TIC— y con facilidad para incorporar a nuevos miembros. Es por tanto uno de los dos casos donde Urrutia ve probable que se dé la revuelta, pero ésta no sería posible en una red tan dispersa sin algo que aumente el conocimiento común sobre ella, y aquí es donde reside la importancia de los medios de comunicación.
En 11M: Redes para ganar una guerra, David de Ugarte expone que las movilizaciones del 13 de marzo de 2004 en España (primera manifestación masiva de la sociedad red en este país) no sólo tuvieron éxito por el efecto multiplicador del intercambio de mensajes de móvil (mensajes de mayor impacto que el correo electrónico o la web, porque en España el listín del móvil refleja las redes sociales reales del individuo), sino también porque ciertos medios de comunicación informaron casi en tiempo real de las manifestaciones, aumentando el conocimiento común de la red de descontentos, que superaron así sus reticencias a participar en ellas. Vuelve a aparecer la realimentación caótica que Rushkoff citaba en Ciberia al hablar de la omnipresencia de los medios de comunicación en cómics cercanos al ciberpunk como el Batman de Frank Miller.
En este sentido, Diaspora ha contado con los ecos de medios de comunicación cada vez más generalistas o alejados de los ambientes tecnológicos, pero también con su página de Kickstarter que hace explícita la cantidad de personas que han apoyado el proyecto, de la misma forma que la ciberturba o una reunión física revela a los miembros descontentos de una red cuántos otros observan umbrales de rebeldía similares a los suyos, según Urrutia.
Diaspora
Y como una ciberturba que acaba reuniéndose y gritando en la calle, podemos interpretar los donativos a Diaspora como la manifestación en la plaza virtual de Kickstarter que un subconjunto de la red de descontentos con Facebook ha realizado para mostrar su disconformidad con éste tanto o más que el apoyo a aquél (no olvidemos que algunos de los titulares anteriores hablan del Anti-Facebook). Lo que parece una forma de participación en el desarrollo del proyecto puede no ser más que una forma más contundente de adhesión, y por ello el límite de los 10.000 $ no ha detenido a nadie: igualmente querían mostrar su apoyo. Esté su compromiso a un nivel o a otro, habrá que ver si es lo bastante fuerte como para que los donantes usen y popularicen realmente el sistema, o si como tantas ciberturbas y otros actos de adhesión, no tendrá ninguna continuidad en la práctica.
Finalmente, no olvidemos que casi simultáneamente se está promoviendo para
el próximo 31 de mayo un día para abandonar Facebook (que ya cuenta con más de 12.000 adherentes). Si los medios de comunicación personales o
corporativos crearan un enlace conceptual de Diaspora con esta peculiar
jornada (y los promotores ya lo hacen), podría darse una sorprendente
conexión de grupos rebeldes. El período de recogida de donativos de
Diaspora acaba el 1 de junio. Yo en su lugar lo alargaría un par de días
por si hubiera suerte… ;)
Pingback
privacidad
Hahaha! no me extrañaría que los que están detrás de Diaspora no sean los mismos de la anti-publicidad de FB.
Vaya por los miles de miles de idiotas que se suscriben a una RED SOCIAL y pretender ser anónimos, que sus datos sean privados y estando en una red de 500 mil millones de personas solo tienen los mismos 10 idiotas de amigos de siempre.
es como pretender ir a un estadio de futbol y que nadie se entere cómo estamos vestidos, que estamos comiendo o por quien estamos silbando
Me extraña que estos debates paupérrimos sigan y sigan y sigan siempre sobre lo mismo.
Los que quieran privacidad, que desenchufen la maquinita.
en la red jamás lo lograran
Falta de información
Que un usuario de Facebook no haya reflexionado sobre en qué manos pone sus datos personales no le convierte en un idiota. Tal vez esté poco informado, o tal vez no le preocupe la info que cuelga allí. De hecho, muchos usuarios preocupados por su intimidad usan servicios como GMail o Hotmail que exponen igualmente su red social a las compañías que los operan.
Tampoco veo negativo que un grupo de amigos pruebe nuevas formas de comunicación, ni creo que sobren estos debates. Es más, es gracias a éstos que muchos usuarios de Facebook y similares están reflexionando y tomando conciencia ahora sobre estos problemas.
En cualquier caso, ahorrémonos las descalificaciones.
Pingback
Pingback