En esta ocasión revisitaremos la literatura ciberpunk de mano de William Gibson y su colección de historias breves Burning Chrome. En ella encontraremos, entre otros, algunos relatos ya presentes en Mirrorshades, un homenaje a la narración obsesiva de Philip K. Dick, y algunas incursiones en el universo de Neuromancer.
Para no repetir el ladrillo de comentario que solté sobre Mirrorshades (que en su mayoría continúa siendo válido para la colección que nos ocupa), me centraré en los aspectos que encuentro recurrentes en los relatos de Burning Chrome, aspectos que espero ayuden a comprender qué demonios es eso del ciberpunk para el señor Gibson.
Por si alguien no se había «quedado con la copla» de la última frase del relato, The Gernsback Continuum ofrece una segunda lectura que puede constituir una fabulosa definición por oposición de lo que es y no es el ciberpunk para Gibson: no es perfecto ni brillante y lujoso, no es infantil e irreal, no es populista ni totalitario: es defectuoso, oscuro y misterioso, es cruel y verosímil, y sobretodo es extremadamente fragmentario a pesar de la interconexión global y el ciberespacio. ¡Bienvenidos al futuro!
De la oposición anterior surge una idea central: Gibson parece sufrir un enorme aburrimiento por el orden y la perfección (a menudo con forma de estado, corporación o crimen organizado). Si esta desafección no era lo bastante clara en el Continuum, Gibson no deja de mostrar personajes que actúan al margen del Sistema: los astronautas soviéticos de Red Star, Winter Orbit que pasan el tiempo poniéndole los cuernos a la KGB en más de un sentido, las tribus urbanas que sobreviven ocultas, o la miríada de individuos que se dedican a los negocios y trapicheos clandestinos.
En efecto, muchos de los personajes gibsonianos sienten directamente una atracción por el caos y la exploración de las fronteras del Sistema que sólo pueden ver satisfechas refugiándose en grupos y formas de vida marginales. El final de Red Star… es verdaderamente paradigmático en este sentido y, junto con el relato Burning Chrome, enlaza lo anterior con el espíritu del hacker. Gibson proyecta hábilmente este espíritu en la subversión del propósito de las cosas, especialmente en forma de reciclaje de los residuos de la sociedad (las construcciones LoTek de Johnny Mnemonic, la decrépita estación espacial de Red Star…, o el arte de la basura de The Winter Market). En su extremo más crudo, a veces son los propios personajes los residuos sociales reciclados en algo diferente (como Lise en …Market o los veteranos de guerra de Dogfight).
Este «reciclaje del yo» nos lleva a la línea ciborg dura de Gibson: en sus relatos son frecuentes los individuos que reemplazan partes de su cuerpo por implantes y dispositivos tecnológicos varios, pero choca que estas alteraciones casi siempre encuentren cierta repulsión inconsciente. Tal vez Gibson vea en ellas cómo el individuo biológico y caótico se deshumaniza y deviene la máquina determinista y perfecta que él abomina, como el disco de memoria humano de Johnny Mnemonic o la conciencia volcada a un ordenador en The Winter Market (caso extremo más desarrollado en Neuromancer). No obstante, a pesar de los físicos alterados (…Market) o las identidades construidas (New Rose Hotel), Gibson siempre salva la relación humana con la persona que hay detrás, aceptando así tácitamente la validez de las nuevas manifestaciones del yo que comporta la tecnología.
En fin, aburrimiento y ganas de explorar, ¡una combinación explosiva!
(Como me he malacostumbrado a acabar con una canción, a ver si encontráis las conexiones con ésta. Si es así, tal vez Sterling tiene razón en el prefacio del libro y el ciberpunk impregna la cultura popular más de lo que parece…)
Brillante!
Espléndido post!!
Dale caña al itinerario Iván, que queremos toda esa sensibilidad e inteligencia en las Indias!
¡Gracias!
Gracias David, es que con temas de lectura tan coherentes las cosas encajan muy bien en la relectura. A ver si me organizo bien y tiro esto hacia adelante un poco más rápido. :)
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