Hanover, República Federal Alemana, 1986. Un grupo de jóvenes a sueldo del KGB consigue penetrar por vía telefónica en múltiples sistemas de los EEUU para obtener información clasificada.
Laboratorio de Berkeley, California, 1986. Un administrador decide investigar ciertas irregularidades en la contabilidad del sistema del Laboratorio que le hacen sospechar que alguien lo está usando para acceder a sistemas militares.
Ambos acontecimientos forman parte de una misma historia que discurre en los dos extremos de una conexión telefónica internacional. Los podemos ver narrados en el film 23 y en el documental The KGB, the Computer and Me, respectivamente.
A pesar de las enormes diferencias de sus mundos, no es sólo esta historia la que une los caminos de estos alemanes y californiano, sino también otra cosa: tanto los unos como el otro son (desde mi punto de vista) hackers. Dejad que me explique…
A principios de los '80, el fenómeno de los hackers y sus incursiones en sistemas industriales o militares aún es terreno para la ficción, con películas como WarGames y juegos como Hacker que ya revelan cierta huella de este mundo en la cultura popular. Con el tiempo, los ataques proliferan y su gravedad aumenta, la legislación se adapta para convertir ciertos hacks en crímenes (como se ve en ambos filmes), y los medios de masas aprenden a explotar (como en 23) el filón de la alarma social —alargando la paranoia incluso mucho más allá del final de la Guerra Fría (como en el case de los Apòstols y los libaneses contra el Mossad que con tanta gracia contaba Savage en algún congreso de Hispalinux).
En este escenario, los jóvenes alemanes de 23 surgen de un ámbito de
oposición al Sistema que da a sus actos un trasfondo ético y político.
Bajo premisas como el conocimiento es poder
y la información quiere ser
libre
, luchan por un reparto más justo del poder por vía de la liberación de
la información. Al contrario, el administrador californiano de The KGB…
proviene del mundo científico universitario y (aunque sea un poco freak)
está plenamente integrado en el Sistema. La ambientación de los filmes va en
consonancia: mientras que el último tiene un tono divulgador y desenfadado, el
primero es oscuro y opresivo.
Es cierto que los motivos de los alemanes y el californiano son, en principio, muy diferentes: fuertemente éticos y políticos en un caso, y científicos o simplemente laborales en el otro, pero en ambos casos los protagonistas se ven impulsados por el desafío, bien sea como juego (montar un numerito en el tren) o por la necesidad de desvelar pequeños misterios (un error de 0,75 $ en la contabilidad). Todos ellos saben sacarse las castañas del fuego, investigar y enfocar los problemas de forma diferente para encontrar soluciones innovadoras e ingeniosas apañándose con lo que tienen, ya sean programas o teléfonos e impresoras. Para mí, eso los une más allá de lo que su entorno los pueda separar: los hace hackers.
Desde el punto de vista del Itinerario, creo que 23, más underground,
tiene un interés añadido por tocar algunos temas ciberianos: la visión de la
realidad como una construcción redefinible (nada es verdad, todo está
permitido
), el (catastrófico) contacto con las drogas que supuestamente
estimulan la mente, o las referencias matemáticas-esotéricas como los
fractales, Escher y Bach (creo que Gödel no sale ;) ). 23 también
refleja bastante bien el proceso descrito en Ciberia de cómo un hacker puede
acabar convirtiéndose en un cracker al servicio del Sistema y de sus
intereses.
Aún así, frente a la paranoia y la clandestinidad de 23, The KGB… tiene el valor de ilustrar con acierto el desarrollo intelectual de un hack, y al mismo tiempo evocar la máxima ciberiana del esfuerzo realizado por el propio placer de explorar o resolver un problema complejo. Y no olvidemos que este entorno más mainstream también ha dado hackers ilustres impulsores de posturas éticas no menos relevantes.
Por todo eso ambas perspectivas, la oscura y la iluminada, la subversiva y la amable, la obcecada y la ingeniosa son fundamentales para comprender el mundo de los hackers sin maniqueísmos. Como ocurre con las dos versiones de The Silent Enigma (original y orquestal) o Comfortably Numb (Floyd y Sisters), nos encontramos contemplando los dos extremos opuestos de, por difícil que parezca, la misma realidad.
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