Donna Haraway escribió el Manifiesto Ciborg en 1985. Se trata de un texto realmente revelador, pero ojo, difícil y muy densamente poblado de conceptos abstractos. En el Manifiesto, Haraway propone la figura del ciborg como nuevo mito político que podría permitir al feminismo superar los obstáculos impuestos por toda una serie de dualismos heredados de la tradición del patriarcado capitalista occidental, aprovechando las nuevas oportunidades que nos ofrece nuestra sociedad tecnológicamente avanzada, y evitando sus amenazas.
El ciborg es el resultado de enfocar al individuo no como un organismo completo, definido y separado de su entorno, sino como una realidad construida por el propio individuo partiendo de sus interacciones sociales con el resto de individuos y con su entorno material. Al tratarse de una construcción, el individuo se libera de las identidades forzadas de género, raza o clase; además, la indefinición de fronteras externas elimina la añoranza de llegar a ser algún tipo de ser completo. (Sí, a menudo el Manifiesto suena paradójico, pero sólo si se mira desde el marco de los dualismos indicados arriba.)