Ahora hace un par de meses me trasladé a Madrid para comenzar la última etapa del itinerario al que he dedicado la mayor parte del último año, el proceso de integración por el cual me incorporaría a la filé indiana. Ha sido un año en el que he aprendido cuál es la diferencia entre una comunidad real y una imaginada, cómo la tecnología ha posibilitado la aparición de redes distribuidas donde la abundancia permite una nueva forma de libertad y cómo la globalización ha hecho posible que pequeñas comunidades transnacionales puedan ganar la autonomía necesaria para que sus miembros puedan desarrollarse a nivel personal bajo una nueva ética del trabajo y de la vida, haciendo progresar su entorno.
He de reconocer que, por motivos diversos, me ha costado más de lo que esperaba adaptarme a mi nueva vida y en consecuencia no he podido continuar con el itinerario con la voluntad y disposición que me habría gustado. Aún así, he tenido el placer de convivir cada día con mis hermanos indianos y, aunque no he podido participar tanto como hubiera querido en su quehacer diario, sí he podido al menos respirar su fraternidad y la pasión que ponen en todo lo que hacen. También de podido conocer a mucha gente de su entorno, personas fantásticas que prueban que la buena gente llama a la buena gente, sin importar sus orígenes, estatus o a qué se dedican.
Comienzo ahora una nueva etapa fuera de la convivencia indiana, una manera de
suspenso en el itinerario durante el cual espero poder estabilizar mi
situación. Pero no estaré lejos de los indianos: bien al contrario, entro en
una de las empresas de la Red Honos, el entorno económico del Grupo Cooperativo. Así podré continuar ayudando a hacer crecer el proyecto indiano,
viendo de cerca cómo vive la filé y cómo crece (un crecimiento que promete mucho). También, con este paréntesis dejaré por fin que nuestros particulares
David y Laura puedan sentarse juntos a la mesa. ;)
¡Virtud y honor!