Esta vez el Itinerario Indiano nos lleva a un tema controvertido, la globalización, de la mano de Thomas Friedman y la introducción de su libro The World is Flat, y de Johan Norberg y su explícitamente titulado documental Globalisation Is good.
Ambos autores están claramente a favor de la globalización económica, es decir, de la adopción del capitalismo en todo el mundo tanto en las economías nacionales como en los intercambios internacionales. Friedman cree que la tecnología ha hecho posible que agentes pequeños de cualquier lugar del mundo puedan competir internacionalmente con los grandes en condiciones cada vez más similares. Norberg defiende que la adopción del capitalismo y la reducción del intervencionismo ayuda a los países a mejorar sus economías y salir de la pobreza. El mecanismo, muy simplificadamente, vendría a ser el siguiente:
Una compañía occidental quiere recortar sus gastos. Para conseguirlo, descompone la cadena de valor y busca trasladar la realización de las tareas más rutinarias a países donde los trabajadores curren más horas por menos dinero. En las condiciones necesarias de propiedad de los medios de producción y bajo intervencionismo y burocracia, van surgiendo en estos países empresas que ofertan esta fuerza de trabajo. Si la cosa funciona, la demanda de trabajadores aumenta y esto les permite exigir mejores salarios y condiciones, de manera que pueden mejorar su formación y llevar a cabo tareas de mayor cualificación. Las empresas locales crecen y van sofisticando su producción hasta el punto de que, si tienen facilidades para el comercio internacional, pueden llegar a competir en el mercado mundial en igualdad de condiciones con las empresas occidentales.
El documental pone a Taiwán y Vietnam como ejemplos de que esto es cierto, y a Kenia como prueba de que lo contrario ahoga la salida de la pobreza. Es posible que Norberg tenga razón a grandes rasgos, pero me preocupa especialmente (a parte de su maniqueísmo anti-antiglobalización) cómo no sólo recalca sino que defiende que los primeros pasos de la integración en la economía capitalista siempre requieran el sometimiento y la explotación de los trabajadores. Una resignación de «no hay ninguna otra forma» que me hace sospechar de una ética de los ricos como la de la sociedad retratada por Ursula K. LeGuin en el cuento The Ones Who Walk Away From Omelas.
Yo prefiero pensar que existen otras formas de abrirse a la economía mundial que no pasan por la jerarquía, la explotación y la megacorporación. Aquí Friedman aporta una idea clave: gracias a la tecnología, pequeñas empresas de todo el mundo pueden competir con unos costes bajos y con una mayor agilidad en el mercado internacional en tareas basadas en el tratamiento de la información. Él pone como ejemplo los contables indios que hacen la declaración de la renta a los americanos, pero se me ocurren otros como los cursos universitarios introductorios o las clases de conversación en inglés con profesores a distancia (o incluso mi antigua cooperativa!).
Estas empresas más pequeñas podrían disfrutar de formas de organización más llanas y democráticas que las corporaciones (y con mejores resultados para la cohesión social) y moverse en entornos igualmente internacionales, pero desafortunadamente parece que aún existe un favoritismo de los gobiernos que facilita la internacionalización de las corporaciones (especialmente las occidentales mediante tratados de comercio) pero no hace más que obstaculizar la de los pequeños y los nuevos jugadores (con aranceles y regulaciones proteccionistas). Y aún dice Norberg que la competencia es suficiente para reducir las connivencias entre gobierno y corporaciones… ¡Johan, dos son competencia, y en cosas como la regulación laboral todas las corporaciones comparten intereses!
En fin, que la globalización puede ser la oportunidad que los pequeños esperan para desarrollarse por encima de las fronteras, pero intentemos no ser unos cínicos y apliquemos nuestros mejores valores. Acabo con un toque tan agridulce como la globalización y la salsa de los restaurantes chinos: la historia del taller de la BGB en Singapur.
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