«Rarezas» indianas, del gonfalón al bazar

Una de las cosas que más sorprende al visitar alguno de los sitios de los indianos, ya sea en el mundo físico o en la web, es toda la simbología que lucen (bien diferente de los estilizados e inofensivos diseños frecuentes en las marcas actuales), destacando en ella su gonfalón o estandarte. El simple hecho de que tengan uno ya es una gran rareza… de hecho, toda una reclamación del uso de símbolos que han sido secuestrados (como las banderas e himnos) por ciertas identidades imaginarias como la nación que a menudo nos los han impuesto, creando en muchos (entre los que me cuento) una cierta incomodidad, cuando no oposición directa.

Símbolos y mitos

No se trata de prescindir de los símbolos, sino de que cada cual sea libre de escoger los suyos y de otorgarles tanto o tan poco significado como quiera. Los símbolos indianos extrañan porque no coinciden con los del imaginario nacional, sino que representan una serie de mitos enraizados en la tradición indiana, muchos herederos del movimiento ciberpunk. Mitos, sí, ¡otra rareza! Pero no cuentos fantásticos de origen incierto, sino relatos elaborados conscientemente en un proceso continuo de deliberación comunitaria y pensados para poder transmitir un conjunto de valores de forma que (al contrario que con un programa explícito) el receptor pueda darles interpretaciones propias. Así la comunidad indiana liga la transmisión de valores a la deliberación que permite la creación de conocimiento común preservando y fomentando a su vez la diversidad en su seno.

Así tenemos en el gonfalón el lobo y la Osa —relacionados con la diversidad y la transnacionalidad indiana—, la enredadera —señal de crecimiento distribuido, no jerárquico—, la esfera armilar —símbolo del deseo de conocimiento y exploración—, y el águila de la Calimala. Quiero centrarme en este último símbolo porque, mientras los primeros tienen más relación con la identidad de la filé indiana y su herencia ciberpunk, el último representa un mito genuinamente indiano, el del Arte, ligado al aspecto económico de la file (y por tanto más propiamente neoveneciano).

Un modelo económico «innovador»

Recordemos la definición de filé: «una comunidad transnacional que se dota de una economía o un tejido empresarial y comercial propio para asegurar su autonomía». Los miembros de la pequeña comunidad indiana se conocen entre ellos y disfrutan de estar juntos, actúan con una amplia libertad y aprecian su diversidad. No se le adecúa por tanto el modelo económico transnacional predominante en la actualidad, el de las grandes corporaciones, basado en jerarquizar y compartimentar las relaciones laborales como fruto de la especialización y la división del trabajo. Es necesario otro, ¿pero cuál?

El corporativo resulta de la revolución industrial, por eso el modelo transnacional que los indianos encontraron más adecuado es anterior (otra rareza en plena era de la información): el Arte de los gremios artesanos y mercaderes de la revolución comercial de los siglos XI-XIII, formados por pequeñas comunidades muy cohesionadas que con su comercio saltaron fronteras y contribuyeron a liberar a las ciudades del poder feudal. Hoy, Internet y los transportes permiten a las nuevas comunidades transnacionales, por pequeñas que sean, comerciar y establecer bases por todo el mundo como hacían los mercaderes medievales en el Mediterráneo y, como éstos en las ciudades, los indianos pretenden fomentar en su entorno la formación de redes sociales y comerciales cohesivas que eviten los efectos de la descomposición.

Los talleres artesanos también inspiraron a los indianos cómo incorporar nuevos miembros a la filé, porque el currículum o la intuición de afinidad ya habían demostrado ser insuficientes. Así nació el proceso de integración que permite a los aprendices convertirse en compañeros y finalmente en maestros según aumentan gradualmente su conocimiento y cohesión en la comunidad. Los símbolos de la enredadera (crecimiento), el águila de la Calimala (comercio), y la esfera armilar (conocimiento) también corresponden a cada uno de estos tres grados.

Todos los paralelismos con el Arte que comento se hallan más desarrollados en el libro Filés: democracia económica en el siglo de las redes de David de Ugarte.

Democracia económica, emprendedores artesanos, pluriespecialistas

La deliberación en la filé se da sobre la abundancia, tomando la forma de pluriarquía (cada cual decide y actúa sobre sí mismo). Pero ésta no se adecúa a la gestión económica de recursos escasos, y ya hemos visto que las formas jerárquicas corporativas (y sus modelos de propiedad) no cuadran con el espíritu de la comunidad. Se necesita otra clase de organización.

Volviendo al mito del Arte, los talleres y empresas medievales eran propiedad común de sus miembros y gestionados por ellos mismos (formando un demos en igualdad): la base de la democracia económica, que en su forma moderna más conocida (aunque relativamente rara), la cooperativa, ha demostrado una gran resiliencia frente a la actual crisis. Sus miembros se suelen sentir más implicados en su gestión, dotándola de un dinamismo, adaptabilidad y productividad que favorece la innovación necesaria para en capitalismo que viene.

La empresa democrática deviene así en el lugar natural del emprendedor artesano, aquél que hace de su trabajo algo con sentido y una forma de ganarse la vida, no una herramienta para especular. Esta filosofía cuadra perfectamente con la ética hacker, cuya ansia de conocimiento y desarrollo personal lo convierte en pluriespecialista en su trabajo. Por eso los indianos organizaron sus empresas como grupo cooperativo, garantizando el derecho de sus miembros a crear nuevas cooperativas en él, dejando lugar a la diversificación y estructurando el crecimiento económico de la filé.

El futuro de la democracia económica

El crecimiento de las empresas democráticas es uno de los temas candentes, como se constató en el II encuentro sobre democracia económica, una lucha entre el espíritu cooperativo y la jerarquización sugerida por la gran escala. En el caso concreto de la filé, la necesidad de conocimiento e interacción directa entre todos los miembros también parece poner sus propios límites, recalcando la importancia de la facilidad de abandonar el grupo, pero sobre todo la necesidad de promover la democracia económica en su entorno.

Así se dibuja un nuevo bazar de la democracia económica, una red distribuida y transnacional de empresas democráticas que interactúan no sólo económicamente, sino también intercambiando ideas y conocimiento, todo para generar escala y ganar autonomía. Un gran bazar que cohesione a las empresas que se reconocen como democráticas en una comunidad que dé un nuevo significado a la palabra intercooperación.

¡Qué guapo!

Qué guapo post... realmente entender la necesidad y utilidad de una simbología conscientemente diseñada, junto con la de la celebración (y cierta y breve "solemnidad" en algunas ocasiones) es cruzar un umbral, empezar a pensar no en "universal" sino desde la lógica y necesidades concretas de una comunidad concreta. Por eso este post es importante también.

Y he ahí la no «rareza»

¡Gracias! Ésa era mi intención, explicar por que no se trata de auténticas rarezas (de ahí las comillas del título), sino de necesidades justificables de la comunidad. (Éste era otro de esos posts «me lo estoy explicando a mí mismo»… ;) )

Muy chulo el post. Creo que

Muy chulo el post. Creo que la frivolidad y la lógica perversa subyacente a ciertos actos con mirada nacional posiciona intuitivamente en contra de toda simbología. En realidad es complicado entender que lo peligroso es infligir unos símbolos a una gente que no los escogió y, posteriormente, la frivolización y banalización de esos mismos símbolos. Pero no el hecho de que un grupo de personas se dote de un imaginario (que además carece de mirada nacional y no es infligido al nacer) que podría, quizá, a modo de tejido desde el que poder afrontar cosas en común.

Simbolización

Gracias, Versvs. Diría que aún hay otra "maldad" que complementa a la imposición de símbolos que indicas, y es la "simbolización" nacionalista de cualquier otra cosa existente que convenga, como el idioma. Es muy duro ver una de tus lenguas maternas asociada continuamente a un nacionalismo determinado (mayormente por culpa de los nacionalistas, claro), y qué difícil es recuperarla en nombre de la simple diversidad y la comunicación (por no decir nada de llegar a darle un uso transnacional). Será, como decías, el miedo a la diversidad.

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[...] a menudo con la asunción de valores protestantes y casi siempre con la iconoclastia. Por eso el post de Ivan sobre las “rarezas” indianas tiene un especial valor. [...]

Qué liberador es darme cuenta

Qué liberador es darme cuenta de que en las fiestas e himnos nacionales, bodas católicas etc. que tan incómodos me resultan no son los mitos y los símbolos en sí los dañinos sino, como dices, su secuestro por identidades imaginadas.

Si la pregunta "qué significa para ti como persona" resulta incómoda, si no frívola, en el caso, por ejemplo, del himno nacional, creo que es de lo más estimulante en el caso del gonfalón indiano.

Un abrazo :)

Identidades fagocitadoras

Cierto, es que con ciertas identidades, como reza el dicho, les das la mano y se cogen todo el brazo. Y lo malo es que después lo quieren sólo para ellas, con lo que adiós brazo. Pues no, oye, ¡te di la mano pero el brazo sigue siendo mío! :D

Lo peor es que hacen lo mismo con cosas que (como los idiomas) pueden ser usados por multitud de personas sin que ninguna necesite arrogarse la propiedad…